Llevando a sus extremos un proceso que fue el objetivo político
fundamental perseguido, en el teatro europeo, por los sucesivos
gobiernos demócratas y republicanos que ocuparon la Casa Blanca desde
los comienzos de la Guerra Fría. Y a lo anterior hay que sumar la
declaración de guerra económica que, en los hechos, ha decretado el
gobierno de EEUU.
La ofensiva de la OTAN se aceleró hace un cuarto de siglo, en
coincidencia con la caída del Muro de Berlín en 1989. En esa ocasión,
tanto el presidente de los EEUU, George H. W. Bush (padre) como el
Canciller alemán Helmut Kohl le aseguraron al líder soviético Mikhail
Gorbachov que la OTAN se mantendría dentro de las fronteras pactadas con
Moscú y los miembros del Pacto de Varsovia a la salida de la Segunda
Guerra Mundial. Esa promesa, como tantas otras hechas al respecto, fue
luego desechada sin más trámite. Especial mención merece el caso de
Helmut Kohl (que, hay que recordarlo, a poco de abandonar su cargo se
revelaron varios escandalosos casos de corrupción a favor de su partido,
la Democracia Cristiana, y otro en provecho propio) quien dio su
palabra de que las tropas de la OTAN no se desplazarían “ni una pulgada”
hacia el Este, ni siquiera en el territorio de la ex República
Democrática Alemana. Por supuesto, ocurrió exactamente lo contrario. En
síntesis, Bush padre y Kohl, a cual más mentiroso. Gorbachov cayó en la
trampa y procedió a retirar unilateralmente las 380.000 tropas
soviéticas estacionadas en la RDA en virtud de un tratado firmado a
fines de la Segunda Guerra (y que contemplaba un número similar o tal
vez mayor de fuerzas de EEUU, Gran Bretaña y Francia en Alemania
Occidental donde, por ejemplo, al día de hoy Washington todavía mantiene
40.300 efectivos). Ni bien se produjo la retirada de aquellas fuerzas
lo primero que hicieron los gobiernos de estos países –fervorosos
amantes de la paz, por supuesto- fue instalar las fuerzas de la OTAN en
los territorios de la antigua Alemania Oriental, demostrando con la
contundencia de los hechos que tanto Kohl como Bush padre y luego Bill
Clinton eran unos personajes despreciables, mentirosos y de una contumaz
inescrupulosidad moral.
Con la desintegración de la Unión Soviética acaecida en 1991-1992 el
terreno quedó despejado para avanzar en la creación de una versión siglo
veintiuno del “cordón sanitario” impuesto contra la joven república
soviética en 1918. En 1999 se incorporan a la OTAN República Checa,
Hungría y Polonia y ya con George W. Bush, hijo, en el 2004 se produce
una nueva expansión con la incorporación de Bulgaria, Estonia, Letonia,
Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. Finalmente, en el 2009 se
integran a esa coalición “rusofóbica” Albania y Croacia. Esto no es
todo: hay otros países que ya se encuentran en proceso de accesión a la
OTAN: Bosnia-Herzegovina, Macedonia y Montenegro, entre los más
avanzados. Georgia y Ucrania, dos países limítrofes con Rusia, están
transitando por la misma vía pero aún no son miembros de la
organización.
La crisis estallada en Ucrania es según el profesor de la Universidad
de Chicago John J. Mearsheimer consecuencia directa de la expansión de
la OTAN hacia el Este y, en menor medida, de las políticas de la Unión
Europea para absorber a aquel país en su esquema económico y, de ese
modo, penetrar por la puerta trasera en Rusia. Del argumento de
Mearsheimer se infiere que en la crisis ucraniana Moscú reaccionó igual
que lo habría hecho EEUU si Rusia hubiese propiciado un “cambio de
régimen” e instalado un gobierno antinorteamericano en un país
fronterizo como México. Ni más ni menos. Por eso sostiene que la crisis
ucraniana es responsabilidad de Occidente. [1]
Como si lo anterior no fuera bastante para tensar la relación con
Rusia y precipitar una guerra en Europa el Congreso de EEUU -salvo
algunas honrosas excepciones un antro de corruptos que se venden
descaradamente a los lobbies que financian sus carreras políticas- ha
aprobado una serie de sanciones económicas en contra de ese país, mismas
que fueron puestas en práctica por la Casa Blanca. [2] La más reciente,
una ley que Obama acaba de promulgar el día de hoy, autoriza la
aplicación de nuevas penalizaciones para impedir el acceso de los
principales bancos rusos a los mercados de créditos de EEUU, bloquear la
transferencia de tecnologías para la exploración de recursos
energéticos y congelar los fondos de algunos aliados de Vladimir Putin y
prohibir su ingreso a los EEUU.
Agréguesele a esta nueva ronda de agresiones económicas las políticas
de la Casa Blanca que derrumbaron el precio del petróleo a la mitad de
su valor con el inocultable propósito de debilitar el poderío de Rusia,
Irán y Venezuela -tres países cuyos gobiernos son caracterizados por el
régimen de Obama como enemigos irreconciliables de EEUU- y de paso
asestar un golpe mortal a la OPEP. Tal como lo comentara hace un par de
días el Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey V. Lavrov,
parece haber muy fundadas razones para creer que Washington ha adoptado
una demencial estrategia de “cambio de régimen” para acabar con el
gobierno de Vladimir Putin. Pero esto no es todo: la ley aprobada
unánimemente por el Congreso, y promovida por el impresentable senador
anticastrista Bob Menéndez (sobre quien pesan gravísimas denuncias
radicadas en la justicia estadounidense) contempla un aporte de 350
millones de dólares destinados a la asistencia militar de Ucrania, 10
millones de dólares por año durante los siguientes tres para
“contrarrestar la propaganda rusa” en Ucrania, Moldavia y Georgia y
otros 20 millones, también a desembolsar anualmente durante tres años, a
los efectos de “promover la democracia, medios independientes, acceso
sin censuras a la Internet y para combatir a la corrupción en Rusia”.
[3]
¿Qué es esto? ¿Intervencionismo yankee en terceros países?
¿Maniobras desestabilizadoras? ¿Utilización de la violencia y promoción
del caos? ¡Noooo! Sólo un mal pensado puede creer en esos cuentos. Es
simplemente el cumplimiento del “Destino Manifiesto” que el Creador ha
confiado en el pueblo norteamericano y sus gobernantes: llevar la
antorcha de la libertad, la democracia, la justicia y los derechos
humanos por todo el mundo, en este caso a Rusia, a quien jamás se le
perdonará haber abierto con su revolución de 1917 aquella nefasta grieta
en la historia de la humanidad. Noam Chomsky, hombre poco afecto a
elucubraciones teológicas, ha dicho que lo que los ideólogos imperiales
presentan como una graciosa concesión del Altísimo no es otra cosa que
un muy terrenal plan de dominación mundial, más ambicioso aún que el de
Hitler, y que sus ejecutores son criminales de guerra, comenzando por
los presidentes de los EEUU sin excepción. [4]
Plan que para su eficaz ejecución precisa de la irreemplazable ayuda
de la CIA y sus torturas científicas, claro; o de la aplicación de
bloqueos y brutales sanciones económicas, como las que se le siguen
aplicando a Cuba y que en el pasado ocasionaron la muerte de 500.000
niños, en Irak y que, según la señora Madelein Albright, embajadora de
EEUU ante las Naciones Unidas y luego Secretaria de Estado de Bill
Clinton, fue un sacrificio que “valió la pena”. ¡Sí, valió la pena
exterminar a medio millón de niños iraquíes, por el imperdonable delito
de haber nacido en ese país! La monstruosidad de esta afirmación,
ratificada varias veces por quien la emitiera, es una muestra
insuperable de la putrefacción moral del imperio. Y de lo que nos espera
si esta verdadera pestilencia llegase a prevalecer en el planeta.
Concluyo: ¿comenzó ya la Tercera Guerra Mundial? Los publicistas y
compinches del imperio lo niegan, pero el Papa Francisco lo afirmó en
reiteradas ocasiones. Para responder a la pregunta leamos lo que
escribió uno de los más grandes filósofos políticos de todos los
tiempos, Thomas Hobbes: “la guerra no consiste solamente en batallar, en
el acto de luchar sino … en la disposición manifiesta a ella durante
todo el tiempo en que no hay seguridad de lo contrario.” [5] ¿Alguien
puede seriamente dudar de que en EEUU existe una “disposición
manifiesta” a la guerra? Y si es así, ¿no estamos ya en guerra, o en las
vísperas de ella? Disposición decía Hobbes, y esto no es una nimiedad,
que se alimenta de la insaciable necesidad del “complejo
militar-industrial-financiero” de vender y destruir cada vez más armas y
de invertir cada vez más recursos para sostener esa excrecencia
parasitaria generadora de enormes ganancias. Y para esto hacen falta
guerras, y cuantas más guerras mayor será la rentabilidad del complejo.
Una pequeña parte de sus ganancias se destina al sostenimiento del
sistema político norteamericano financiando políticos y campañas
electorales y obteniendo a cambio -en un pingüe tráfico de influencias-
abultados subsidios, exenciones impositivas y toda clase de beneficios
para las grandes empresas del ramo.
Las elecciones en los EEUU se han pervertido al punto tal que son
simples competencias para ver quién recauda más dinero de las grandes
corporaciones, dinero necesario para que algunos políticos … ¿conquisten
el poder? No, porque el poder como construcción de una correlación
fáctica de fuerzas no está sometida a la voluntad popular y a la
legislación electoral. El poder no está en cuestión. La competencia
electoral es para ver quién se hará cargo de representar, como un astuto
relacionador público, los intereses de los poderes fácticos realmente
existentes presentando un rostro amable, que despierte simpatías y
distraiga a la opinión pública, como es el caso del afrodescendiente
Barack Obama, pero nada más. Las viejas democracias del capitalismo han
degenerado en belicosas plutocracias, y estas no surgen ni necesitan de
elecciones. Sólo precisa de políticos que sirvan como recargados
mascarones de proa que oculten de la vista del público la inmoralidad de
sus privilegios y prerrogativas y mantengan a los pueblos sumidos en el
engaño y en la infantil creencia de que son ellos quienes gobiernan a
través de sus representantes.
En medio de esta gigantesca estafa aparece la ineluctable necesidad
de la guerra, el motor que alimenta los negocios del “complejo
militar-industrial-financiero” . Un mundo en paz sería un desastre
para el keynesianismo militar norteamericano. Necesitan de la guerra, de
muchas guerras. Y si no las hay las inventan, para lo cual disponen de
numerosos recursos humanos altamente especializados en este tipo de
operaciones. Para este entramado de intereses nada puede ser más maligno
que la paz, y cualquier pretexto es bueno para combatirla. Por eso EEUU
ha venido librando guerras sin solución de continuidad desde el fin de
la Segunda Guerra Mundial. Corea, Vietnam, Laos, Cambodia, Irak,
Afganistán y ahora, probablemente, Rusia y mañana China son los hitos
más trascendentes de una lista interminable, y que cada vez con más
fuerza empuja a la humanidad hacia el abismo. Todavía es posible detener
esta alocada carrera, pero cada vez hay menos tiempo para ello. Por eso
estamos aproximándonos a horas muy difíciles. La historia enseña que
todas las transiciones geopolíticas globales –y estamos inmersas en una
de ellas- estuvieron acompañadas por grandes guerras. La excepcionalidad
de la situación actual reside en que, como lo observara una vez Albert
Einstein, “no sabemos con qué armas se libraría una tercera guerra
mundial, pero sí sabemos con cuales se lucharía en la cuarta, en caso de
llegar a ella: con piedras y garrotes.” [6]
________________Notas
[1] Ver su “Why the Ukraine crisis is the West’s fault” , en Foreign Affairs (Septiembre-Octubre 2014) http://www.foreignaffairs.com/
[2] Una fuente indispensable para calibrar los alcances de la corrupción de la dirigencia política norteamericana es el Center for Responsive Politics, basado en Washington. Sus materiales pueden ser consultados libremente en https://www.opensecrets.org/ Véase muy especialmente: “Washington Lobbying Grew to $3.2 Billion Last Year, Despite Economy”, por Lindsay Renick Mayer. Versión en castellano: “Lobbistas de EEUU compraron el Congreso”, en http://www.atilioboron.com.ar/
[3] Peter Baker, “New Russia Sanctions Bill Will Be Signed by Obama, White House Says”, en New York Times, 16 Diciembre 2014. En http://www.nytimes.com/2014/
[4] Ver de este autor su Hegemonía o supervivencia. El dominio mundial de EEUU (Bogotá: Norma, 2004), libro en el cual desarrolla ampliamente este razonamiento y aporta los fundamentos empíricos del mismo.
[5] Leviatán (México: Fondo de Cultura Económica, 1940), pg. 102
[6] Sobre la transición geopolítica global de nuestro tiempo remito a mi América Latina en la Geopolítica del Imperialismo (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2014), Cuarta Edición Ampliada y Revisada, en donde se examina exhaustivamente este tema.
Tomado de http://www.elciudadano.cl/2014/12/27/135232/rumbo-hacia-una-tercera-guerra-mundial/ el 28 de diciembre de 2014.
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