EL
SANEAMIENTO
Luis Bilbao Periodista Argentino |
Estados
Unidos y la Unión Europea están
articulando una nueva ofensiva global estratégica, análoga a la aplicada
exitosamente desde los primeros años de los 1980. Conscientes de la gravedad de
la crisis capitalista en el corazón
mismo del sistema, los estrategas del imperialismo acometen el objetivo de
sanear en profundidad el mecanismo trabado en la esperanza de reanudar la
marcha. Por detrás hay una teoría y un plan, pese a marcados desacuerdos que
dificultan su aplicación metódica.
Analogía no es identidad. Entonces
había hegemonía neta en el mundo capitalista. Hoy no. La victoria expresada en
la recomposición del G-20 en 1998 no
alcanza para actuar de manera homogénea frente a la crisis.
Además, a diferencia del contraataque
personificado por Margaret Thatcher
y Ronald Reagan, esta vez el
concepto global alude sólo al carácter planetario del proyecto. Centra con
exclusividad en la economía y la geopolítica, sin apoyo ni proyección deliberada
y sistemática en la cultura y la religión, como fuera el caso de aquella
estrategia abarcadora, luego reducida en su interpretación banal a clichés
tales como “Consenso de Washington” y “neoliberalismo”.
¿Qué
significa sanear el sistema? En último análisis, restaurar la
tasa de ganancia y destruir la mercancía excedente. Eso supone suprimir
las conquistas económicas y sociales obtenidas por las masas explotadas a lo
largo del siglo XX (esto es, reducir el salario directo e indirecto de los
trabajadores, llave maestra para restaurar la tasa de ganancia); imponer la baja
de precios a las materias primas; recomponer el esquema de alianzas
internacionales poniendo en caja a los países subordinados; alcanzar un
quimérico “nuevo orden internacional” (dado por hecho tras la caída de la Unión
Soviética y revelado a la vuelta de pocos años como formidable descontrol
planetario); y, ante todo, detener la marcha de la revolución allí donde ésta
asome, sea cual sea su naturaleza, si va contra el orden imperial y sus
exigencias actuales.
Hay que agregar, para marcar la
diferencia, la agudización sin precedentes de la crisis y, en consecuencia, de
la lucha interimperialista por los mercados en la fase abruptamente declinante
de la demanda.
Ajuste
y guerra
En los 1980 las contradicciones
intercapitalistas estaban sobredeterminadas por la existencia de la Unión Soviética y una avanzada
revolucionaria antimperialista (derrota estadounidense en Vietnam, victoria insurgente en Angola, Mozambique y Cabo Verde, revolución en Granada y Nicaragua, derrocamiento del Sha en Irán). Hoy no hay un sector del mundo por fuera de las leyes del
mercado. Por lo mismo, la crisis es global, se expresa con mayor agudeza en las
economías más poderosas y es allí donde debe ser atacada.
Es lo que está a la vista en la Unión Europea y Estados Unidos. Aún no hay una respuesta social a la medida de la
agresión de los planes de saneamiento. Pero grandes luchas están ya en marcha.
No obstante, lo que se manifiesta sin
tapujos en Grecia, Portugal, Irlanda, Italia, España, Gran Bretaña y de manera
apenas disimulada en Francia, Alemania y Estados Unidos, es
decir, el choque frontal del gran capital con la clase trabajadora, no agota la
estrategia de saneamiento. La invasión a Libia
y la dinámica de aniquilación y ocupación contra Siria e Irán es el otro
costado de aquella embestida global: la
guerra. Se trata de destruir el valor, alimentar el complejo
militar-industrial, someter pueblos y gobiernos rebeldes.
No se limita a Medio Oriente la
política imperial que determina esta dinámica. El informe del pasado 6 de marzo
ante la comisión de las Fuerzas Armadas de la Cámara de Representantes
estadounidense del general Douglas
Fraser, jefe del Comando Sur del ejército, más que provocación es anuncio,
y atañe a América Latina. En Cuba, Venezuela, Bolivia y Haití, dijo Fraser, pueden presentarse “turbulencias geopolíticas”. Agregó el
profeta que el Comando Sur continúa “tomando en serio la actividad iraní en la
región y vigilando de cerca sus actividades”. E informó a los diputados que sus
fuerzas están prontas para actuar, dado que las turbulencias previstas podrían
“impactar sobre ciudadanos y militares estadounidenses en la región”.
Se
los detiene o llevarán la guerra a todo el orbe; sin excluir sus propios
países.
Condiciones
No habrá manera de frenar esta
ofensiva global estratégica desde posiciones intermedias. Ahí está la lección
de los 1980 y su colofón en los 1990. Por eso no yerra el Pentágono al preparar
el Comando Sur para una agresión contra los países del Alba. A escala
internacional, la contraparte estratégica del saneamiento capitalista es el
socialismo del siglo XXI propuesto por el Alba. Las posiciones intermedias
serán arrasadas.
Un conjunto de países de diferente
rango en Europa, Asia, África y América Latina ensaya posiciones de relativa
independencia respecto de los centros imperialistas. Ocurre que la mayoría de
ellos integra el G-20 y se ha comprometido con la respuesta económica del gran
capital. Esa dualidad tiene corta vida. La ofensiva, timoneada desde Washington
y Bruselas la acortará aún más. Se agotó el recurso equívoco del
keynesianismo, camuflado de “progresismo”. El nudo comienza a ahorcar. Uno
de los extremos de la cuerda está en manos del gran capital transnacional. El
otro, en las de los trabajadores. Para sobrevivir y dar batalla, es preciso
ponerse de uno u otro lado sin ambigüedades. O dejarse morir, con pena y sin
gloria.
Todos los gobiernos que resistan el
acoso imperial se encontrarán de un modo u otro en las múltiples formas de
frente único tejiéndose actualmente a escala mundial. Al límite, sin embargo,
no hay bloque internacional, por poderoso que sea, capaz de sostener un
gobierno bajo fuego que no tiene el apoyo de su propio pueblo. Y éste no se
sustenta con políticas de ajuste dictadas por la exigencia inapelable del
capital.
El autor es director de la
revista América XXI
Tomado
de http://www.psuv.org.ve/?p=31399,
el 21.04.2012
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