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lunes, 12 de marzo de 2012

PARA EL IMPERIO SUS CIUDADANOS SON CARNE DE CAÑÓN


La salud mental de los soldados (de EEUU) se deteriora

Las guerras han cambiado. Desde el punto de vista de los militares y su salud, si los soldados antes morían de heridas 'intratables', ahora muchos de ellos pueden volver vivos a sus casas. Sin embargo, Afganistán e Irak, las dos últimas guerras declaradas por EEUU, están dejando otras secuelas menos visibles: la de los trastornos mentales que, en ocasiones, llevan al suicidio.
Dos estudios ponen en entredicho la atención psicológica que se presta a esta población cuando regresan a sus casas: ¿Es la salud mental prioritaria en estos pacientes? ¿Qué resultados se están consiguiendo?
Aumentan las tasas de suicidios
Desde que EEUU declaró “la guerra contra el terrorismo” en 2001, diversas fuentes contabilizan, hasta enero de 2010, 9.200 soldados heridos de distinta gravedad en Afganistán. La guerra de Irak de 2003 a 2011 ha arrojado una cifra de 31.000 militares heridos, según ha reconocido el Pentágono.
Muchos de ellos se incluyen en los resultados publicados en 'Injury Prevention'. Según el equipo dirigido por Kathleen E. Bachynski, doctora del Comando de Salud Pública del ejército estadounidense, "desde 2004 hay un aumento sin precedentes en la tasa de suicidios de los soldados norteamericanos; en concreto, en tan sólo cuatro años (de 2004 a 2008), esta tasa ha aumentado un 80%", asegura.
Tras analizar consultas clínicas, diagnósticos y tratamientos de diferentes fuentes militares a nivel nacional, Bachynski identifica una tasa de suicidio real de 20 por cada 100.000 personas, en comparación con la tasa esperada de 12 por 100.000 al año.
El repunte coincide con el despliegue de un gran número de contendientes en Afganistán e Irak algo que, para los autores, no es coincidencia: "El análisis de las tendencias históricas, en comparación con las tasas de 2008, indican que el 39% de estos suicidios podría estar asociado con eventos militares como las guerras de Irak y Afganistán", dicen los autores. Además, "en el ejército estadounidense predomina el varón menor de 35 años y caucásico. Los militares entre 18 a 24 años representaron casi la mitad (45%) de los suicidios y más de la mitad (54%) se encontraban entre los militares de rango más bajo. Además, el 69% se había desplegado en el combate activo", señala Bachynski.
Otro dato que destaca el estudio es que "el aumento de los suicidios se incrementa en paralelo a los problemas de salud mental que presentan los soldados", analizan los autores. Las tasas de suicidio eran más altas entre los soldados diagnosticados con una enfermedad mental en el año anterior. "Las consultas por estos trastornos pasaron de 116 por cada 1.000 personas en 2003 a 216 por 1.000 en 2008", indica Bachynski.
Salud mental y opiáceos
Bachynski asegura que las personas con fuertes depresiones tenían 11 veces más probabilidades de cometer un suicidio. A este respecto, un nuevo estudio liderado por Karen H. Seal, doctora en el Centro Médico de Asuntos de Veteranos de San Francisco (EEUU), se centra en la atención mental que recibieron los veteranos de estas dos guerras.
En su estudio, publicado en 'Journal of the American Medical Association' (JAMA) , Seal pone el acento en que, además de los diferentes cuadros de dolores físicos, aquellos soldados que presentaban problemas psicológicos, sobre todo estrés prostraumático, "son más propensos a que les receten analgésicos opiáceos".
Tras analizar a más de 141.000 veteranos de guerra entre 2005 a 2010 que presentaban diferentes diagnósticos de dolores físicos, se descubrió que a 15.676 (11,1%) se les prescribió opiáceos durante 20 o más días consecutivos en el primer año de tratamiento. "En comparación con el 6,5% de los ex soldados sin un diagnóstico que reflejara ningún trastorno mental; el 17,8% con trastorno de estrés postraumático y el 11,7% con otros problemas de salud mental recibieron opiáceos para el dolor", se afirma en este estudio.
Los soldados con estrés postraumático reciben más cantidad de opiáceos, lo que les lleva a tener un mayor riesgo derivado de estos fármacos (9,5% frente a un 4% de los que no tienen problemas mentales), como "el desarrollo de resultados clínicos adversos como accidentes y sobredosis", afirma la doctora Seal.
Para Eduard Vieta, jefe de Servicio del Hospital Clínic de Barcelona, el problema radica en que "muchas veces el estrés postraumático puede estar infradiagnosticado en personas con dolor crónico y que el dolor físico es, en ocasiones, una forma más de dolor psíquico, aunque creo que en España el problema no es tan acusado como en EEUU", agrega a ELMUNDO.es.
Según Seal, el mayor problema que presentan estos datos "se encuentra en que la gran mayoría son recetados en Atención Primaria y en grandes cantidades para aliviar la angustia física y mental de los pacientes, pero hay que esforzarse más para evitar problemas de sobredosis y abusos incontrolados", señala.
"Los opiáceos tienen sus indicaciones y no se pueden denegar o restringir a quienes lo necesitan; no hay nada más cruel que denegar a un enfermo con dolor intenso un tratamiento que le alivie si es producente", argumenta el doctor Vieta. "El problema reside en aquellos pacientes a los que se prescriben estos fármacos por desconocimiento de alternativas más apropiadas para tratar, no sólo el dolor físico, sino también esta patología mental", añade.

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