La salud mental de los soldados (de EEUU) se deteriora
Las guerras
han cambiado. Desde el punto de vista de los militares y su salud, si los
soldados antes morían de heridas 'intratables', ahora muchos de ellos pueden
volver vivos a sus casas. Sin embargo, Afganistán e Irak, las dos últimas
guerras declaradas por EEUU, están dejando otras secuelas menos visibles: la de
los trastornos mentales que, en ocasiones, llevan al suicidio.
Dos
estudios ponen en entredicho la atención psicológica que se
presta a esta población cuando regresan a sus casas: ¿Es la salud mental
prioritaria en estos pacientes? ¿Qué resultados se están consiguiendo?
Aumentan las tasas de suicidios
Desde que EEUU declaró “la guerra contra el
terrorismo” en 2001, diversas fuentes contabilizan, hasta enero de 2010, 9.200
soldados heridos de distinta gravedad en Afganistán. La guerra de Irak de 2003
a 2011 ha arrojado una cifra de 31.000 militares heridos, según ha reconocido
el Pentágono.
Muchos de
ellos se incluyen en los resultados publicados en 'Injury Prevention'. Según el equipo
dirigido por Kathleen E. Bachynski, doctora del Comando de Salud Pública
del ejército estadounidense, "desde 2004 hay un aumento sin precedentes
en la tasa de suicidios de los soldados norteamericanos; en concreto, en
tan sólo cuatro años (de 2004 a 2008), esta tasa ha aumentado un 80%", asegura.
Tras
analizar consultas clínicas, diagnósticos y tratamientos de diferentes fuentes
militares a nivel nacional, Bachynski identifica una tasa de suicidio real de 20 por cada 100.000 personas, en
comparación con la tasa esperada de 12 por 100.000 al año.
El repunte
coincide con el despliegue de un gran número de contendientes en Afganistán e
Irak algo que, para los autores, no es coincidencia: "El análisis de las
tendencias históricas, en comparación con las tasas de 2008, indican que el 39%
de estos suicidios podría estar asociado con eventos militares como las guerras
de Irak y Afganistán", dicen los autores. Además, "en el ejército
estadounidense predomina el varón menor de 35 años y caucásico. Los
militares entre 18 a 24 años representaron casi la mitad (45%) de los suicidios y
más de la mitad (54%) se encontraban entre los militares de rango más bajo.
Además, el 69% se había desplegado en el combate activo", señala Bachynski.
Otro dato
que destaca el estudio es que "el aumento de los suicidios se
incrementa en paralelo a los problemas de salud mental que presentan
los soldados", analizan los autores. Las tasas de suicidio eran más altas
entre los soldados diagnosticados con una enfermedad mental en el año anterior.
"Las consultas por estos trastornos pasaron de 116 por cada 1.000 personas
en 2003 a 216 por 1.000 en
2008", indica Bachynski.
Salud mental y opiáceos
Bachynski
asegura que las personas con fuertes depresiones tenían 11 veces más
probabilidades de cometer un suicidio. A este respecto, un nuevo estudio
liderado por Karen H. Seal, doctora en el Centro Médico de Asuntos de Veteranos
de San Francisco (EEUU), se centra en la atención mental que recibieron los
veteranos de estas dos guerras.
En su
estudio, publicado en 'Journal of the American Medical Association' (JAMA) ,
Seal pone el acento en que, además de los diferentes cuadros de dolores
físicos, aquellos soldados que presentaban problemas psicológicos, sobre todo
estrés prostraumático, "son más propensos a que les receten
analgésicos opiáceos".
Tras
analizar a más de 141.000 veteranos de guerra entre 2005 a 2010 que presentaban
diferentes diagnósticos de dolores físicos, se descubrió que a 15.676 (11,1%)
se les prescribió opiáceos durante 20 o más días consecutivos en el primer año
de tratamiento. "En comparación con el 6,5% de los ex soldados sin un
diagnóstico que reflejara ningún trastorno mental; el 17,8% con trastorno de
estrés postraumático y el 11,7% con otros problemas de salud mental recibieron
opiáceos para el dolor", se afirma en este estudio.
Los
soldados con estrés postraumático reciben más cantidad de opiáceos, lo que les
lleva a tener un mayor riesgo derivado de estos fármacos (9,5% frente a un 4%
de los que no tienen problemas mentales), como "el desarrollo de
resultados clínicos adversos como accidentes y sobredosis",
afirma la doctora Seal.
Para Eduard
Vieta, jefe de Servicio del Hospital Clínic de Barcelona, el problema radica en
que "muchas veces el estrés postraumático puede estar infradiagnosticado en
personas con dolor crónico y que el dolor físico es, en ocasiones, una forma
más de dolor psíquico, aunque creo que en España el problema no es tan acusado
como en EEUU", agrega a ELMUNDO.es.
Según Seal,
el mayor problema que presentan estos datos "se encuentra en que la gran
mayoría son recetados en Atención Primaria y en grandes cantidades para aliviar
la angustia física y mental de los pacientes, pero hay que esforzarse más para evitar
problemas de sobredosis y abusos incontrolados", señala.
"Los
opiáceos tienen sus indicaciones y no se pueden denegar o restringir a
quienes lo necesitan; no hay nada más cruel que denegar a un enfermo con
dolor intenso un tratamiento que le alivie si es producente", argumenta el
doctor Vieta. "El problema reside en aquellos pacientes a los que se prescriben
estos fármacos por desconocimiento de alternativas más apropiadas
para tratar, no sólo el dolor físico, sino también esta patología mental",
añade.
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